Este domingo se nos presenta el relato de la Transfiguración del Señor, donde aparece un fondo de escenografía con toda clase de elementos extraordinarios (la cima de una montaña alta, la luz que blanquea los vestidos de Jesús, la nube que envuelve a los discípulos, la voz del Padre que presenta a su Hijo); y sobre este fondo, la figura central de Jesús rodeada de otros personajes (a los lados Moisés y Elías, y a sus pies los tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan) Se trata de una composición muy elaborada y compleja con la que el evangelista pretende responder a la pregunta, que poco antes se hacía Herodes: ¿Quién es éste, del que oigo tales cosas?(9,9). Y la respuesta viene dada por la relación que establecen con Jesús todos esos personajes que le rodean.
I. Jesús y el Padre
Mientras oraba. En el ámbito de la oración íntima con el Padre, Jesús renueva la conciencia viva de su filiación divina. La voz de Dios desde la nube así lo declara: Este es mi Hijo, el escogido. Hay que interpretar conjuntamente los dos títulos, puesto que el escogido es una apódosis explicativa de mi Hijo. Inicialmente es una declaración solemne del mesianismo de Jesús, que recuerda a los textos del Antiguo Testamento. El primero del Salmo 2,7: Tú eres mi hijo, referido a un nuevo rey de Israel. El segundo de Isaías 42,1: He aquí a mi siervo, mi elegido, referido al siervo paciente y solidario con la desgracia del pueblo. Uniendo los dos títulos, podemos concluir que la voz celestial proclama a Jesús como el Mesías prometido, cuyo reinado adquiere la modalidad del servicio a la humanidad, no la del dominio por el poder.
Posteriormente, para Lucas y su comunidad cristiana, estos títulos ya habían adquirido un significado de divinidad, manifestada definitivamente por Cristo en su resurrección de la muerte. Por eso algunos exegetas han interpretado la Transfiguración como una aparición del Resucitado. Al fin y al cabo en la tradición judía la luz, frente a las tinieblas, es un atributo de Dios, la morada donde habita y que le acompaña en todas sus irrupciones en la historia humana. La Transfiguración se convierte así en una teofanía de Jesús. En tal caso valdría también la conclusión: Dios se manifiesta en Jesús, no como quien domina, sino como quien sirve.
II. Jesús y los personajes del Antiguo Testamento: Moisés y Elías