V Domingo de Cuaresma: La Gracia del perdón
















" Ve, y en adelante no peques más "
                                                  (Juan 8, 11)

    Os diré que en realidad tenía ya un texto preparado para este domingo, pero esta mañana, después de ver el impresionante Ángelus del Papa, algo dentro de mi me decía que no podía pasar por alto las palabras del sucesor de Pedro. Así que esta vez os dejo con el capitán de ésta barca de Pedro que es la Iglesia, para sea él mismo quien nos recuerde que Dios nunca se cansa de perdonarnos,somos nosotros nos que nos cansamos de pedirle perdón.   

   Por cierto, prestadle atención un momento al grupo de banderas de Siria  que se encontraban en la plaza de San Pedro en ese momento. Supongo que ya sabéis la dificilísima situación en la que se encuentran los cristianos allí, donde además de la persecución tienen que lidiar todos los días con bombardeos y fuego de proyectiles; aquí tenéis algo más de información. Al menos, yo me he emocionado muchísimo al verles allí, y os propongo dedicarles por lo menos un momento de oración por nuestros hermanos.




   A continuación os paso el texto en español, traducido directamente desde el italiano porque todavía en la web del Vaticano no está la versión oficial española, sino sólo la italiana (os dejo también el enlace por si queréis mirarlo vosotros mismos cuando salga). Espero que lo disfrutéis, porque es toda una maravilla.



   ¡Hermanos y hermanas, buenos días!

   ¡Después del primer encuentro del miércoles pasado, hoy puedo dirigir de nuevo mi saludo a todos! ¡Y estoy feliz de hacerlo en domingo, el día del Señor! Esto es muy bello e importante para nosotros cristianos: reencontrarnos en domingo, saludarnos, hablarnos como ahora, aquí, en esta plaza. Una plaza que, gracias a los medios, tiene las dimensiones del mundo entero.

   En este quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera (Juan 8, 1-11) a la que Jesús salva de la condena a muerte. Impresiona la actitud del Señor: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión. "Tampoco yo te condeno; ¡ve y de ahora en adelante no peques más!" Eh, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado vosotros en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Ésta es Su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. "Grande es la misericordia del Señor" dice el Salmo.

   En estos días, he podido leer un libro de un cardenal -el cardenal Kasper, un teólogo de pro, un buen teólogo- sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien ese libro, ¡pero no creáis que estoy haciendo publicidad de los libros de mis cardenales, que no es así! pero me ha hecho mucho, mucho bien... El cardenal Kasper decía que sentir misericordia, esta palabra, lo cambia todo. Es lo mejor que nosotros podemos sentir: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace el mundo menos frío y más justo. Tenemos la necesidad de entender bien esta misericordia de Dios, este padre misericordioso que nos tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, que que afirma que incluso aunque nuestros pecados fueran de un rojo escarlata, el amor de Dios los volvería blancos como la nieve. ¡Es bello esto de la misericordia!

   Recuerdo -apenas acababa de ser nombrado obispo- en el año 1992, llegó a Buenos Aires Nuestra Señora de Fátima y se hizo una gran Misa para los enfermos. Yo fui a confesar en aquella Misa; y casi al final de la Misa me levanté, porque debía administrar una Confirmación. Entonces me vino una mujer anciana, humilde, muy humilde, de más de 80 años. Yo la miraba y le dije: "¿Abuela -porque de donde yo vengo se llama así a los ancianos: abuelos- quiere usted confesarse?" "Sí" me dijo. "Pero si usted no tiene pecados..." Y ella me dijo: "Todos tenemos pecados..." "pero quizá el Señor no le perdona..." "El Señor lo perdona todo" me dijo, así de segura. "Pero, ¿cómo lo sabe usted, señora?" "Si el Señor no lo perdonase todo, el mundo no existiría" Yo sentí las ganas de preguntarle: "Dígame, señora, ¿pero ha estudiado usted en la Gregoriana?" porque ÉSA es la sabiduría que da el Espíritu Santo: la sabiduría interior acerca de la misericordia de Dios. No olvidemos estas palabras: Dios nunca se cansa de perdonarnos, NUNCA. "Bien, padre, ¿y cual es el problema?" Bueno, el problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él nunca se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, ¡no nos cansemos nunca! Él es el Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón de misericordia para todos nosotros. Y también nosotros aprendemos a ser misericordiosos con todos. Pidamos la intercesión de Nuestra Señora, que ha tenido en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre.

   Ahora rezamos todos juntos el Angelus:

V/. El ángel del Señor anunció a María,
R/. Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
    Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


V/. He aquí la esclava del Señor.
R/. Hágase en mí según tu palabra.
    Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V/. Y el Verbo de Dios se hizo carne.
R/. Y habita entre nosotros.
    Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

V/. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amen
Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que, los que por el anuncio del ángel hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, seamos llevados por los méritos de su Pasión y Cruz a la Gloria de su Resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.


   Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos. Gracias por vuestra acogida y por vuestras oraciones. Rezad por mi, os lo pido. Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma y lo extiendo a todos vosotros, a todos vosotros que venía de varias partes de Italia y del mundo, así como a cuantos están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación. He elegido el nombre del patrón de Italia, san Francisco de Asis, y eso refuerza mis lazos espirituales con esta tierra, donde -como sabéis- están los orígenes de mi familia. Pero Jesús nos ha llamado a formar parte de una nueva familia: la Iglesia, y en esta familia de Dios, caminamos juntos en el sendero del Evangelio. Que el Señor os bendiga, que Nuestra Señora os proteja, y no olvidéis esto:¡el Señor nunca se cansa de perdonar! somos nosotros los que nos cansamos de pedir el perdón.

¡Buen domingo, y buen almuerzo!




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