La Sagrada Familia




   El próximo día 30 de Diciembre se celebra la festividad de la Sagrada Familia, para que recordemos aquel humilde hogar que Dios quiso elegir para hacerse hombre. Es una fiesta estupenda para darnos cuenta también de todo lo que tenemos que aprender de ellos, para que también nosotros podamos acoger al Niño, y pueda así nacer una vez más en nosotros.

   - Que aprendamos de San José, a confiar en la Providencia. Lo prevemos y lo programamos todo, pero en el fondo, el ser tan calculadores supone poca confianza en Dios. Confiar en la providencia es la actitud más realista, pues nadie tiene el control total de su destino personal, matrimonial, familiar, profesional, etc. No lo tuvo José, y menos aún lo tendremos nosotros. La Navidad es una profunda lección sobre la providencia de Dios, que muchas veces lleva nuestra vida al margen de nuestros cálculos y previsiones particulares. La apertura a la Providencia divina nos ubica en nuestra realidad de criaturas de un Dios que ve y actúa más allá de las circunstancias prósperas y adversas, llevando siempre las cosas del modo que más conviene. Aquel fue el caso de José, y puede ser también el nuestro, si aprendemos como él, a confiar en la Providencia.


   - Que aprendamos también, el secreto de la Virgen María para nuestra ruidosa sociedad: el Silencio. Ella, que tendría tanto que decir, tanto que contar en aquel momento, guarda silencio y medita. Su silencio fue el mejor modo de acompañar el acontecimiento más grande de la historia. Ningún sonido, ninguna melodía hubiera estado a la altura del momento; nada es más solemne que el silencio. Hay un silencio "exterior" importantísimo y necesario, que consiste en saber apagar los estímulos sensoriales durante un tiempo. Pero están también los silencios más profundos; como el de la memoria, para evitar malos recuerdos y purificar el pasado; el de la imaginación, para no anticipar desgracias; el de la susceptibilidad, para no sentirnos víctimas de todo mundo, etc. Adquirir la disciplina del silencio no es fácil, pero el fruto bien vale la pena, pues el silencio es un gran guardián del alma. 


   - Que Aquel Niño que nace nos recuerde que somos familia de Dios. Dios ha saltado todas las barreras para unirnos a El. No somos siervos, sino hijos con el Hijo y coherederos. Jesús ha nacido como uno de nosotros para que nadie arrebate ni profane jamás la identidad y dignidad humana. Estamos emparentados en nuestro destino. Ese es el horizonte de nuestras relaciones. Ya no estamos solos sino caminando hacia el Padre, con Cristo y su Espíritu, miembros de Su cuerpo, parte de su familia hacia el Reino. Quien lo olvida, olvida qué es ser verdaderamente humano.

   Cuando muchos se empeñan en hacernos creer que el hombre es lobo para el hombre, los cristianos nos negamos a ello. Porque según aprendemos de Jesucristo, “el hombre es hermano para el hombre”. Y si no lo es, puede llegar a serlo. La familia humana es don y tarea para cada ser humano. La fiesta de la Sagrada Familia nos ayuda a ensanchar el valor de la familia. A extender la solidaridad propia del vínculo familiar a cualquiera que sea nuestro prójimo. Podemos comenzar cambiando el modo de mirar a quienes tenemos al lado, sea quien sea, venga de donde venga. No mirarlo como rival o amenaza, sino como una persona amada por Dios, por la que Cristo ha venido a dar su vida; una persona con una historia -en ocasiones dolorosa- , un rostro donde ver el de Cristo. La Navidad se juega en el modo de mirar y actuar desde la fraternidad cristiana que nos vincula con todos al servicio de la dignidad y alegría de todos.



Oración

Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret. Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió.

   *Oh San José, te pedimos que nos ayudes con nuestras oraciones, en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús.
   *Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, intercede por nosotros para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos Su gracia y bendiciones.
   *Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.

Amén.

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