La Fe en Jesucristo


    El año pasado tuvimos con Alfredo aquella reflexión de "Creo en Jesucristo", pero esta vez vamos a intentar centrar un poco más el tema dentro del contexto del Año de la Fe, gracias a las anotaciones de la charla de D.Aurelio Fernández y el temario para este mes...

Resumen previo de los  pasados miércoles:
–– El objetivo de la formación doctrinal-religiosa de este curso es sumarnos al plan de la Iglesia que el Papa ha declarado como “Año de la Fe” y, en consecuencia, mejorar nuestra fe personal.
–– La fe es un don de Dios, pero, desde la perspectiva humana, es la respuesta que el hombre da a Dios que, a lo largo de la historia, se ha revelado a la humanidad. Tal respuesta es libre y, en consecuencia, debe ser racional. De ahí la necesidad de tener una fe ilustrada.
–– Para tener fe en ese Dios que se revela, es preciso que el individuo tenga unas disposiciones que le permitan oír y responder a esa llamada de Dios. Aquí entra en juego la vida moral personal.
–– La fe se vive, se celebra, se practica y se reza: estas son las cuatro partes del Catecismo.


   Pero, en concreto, ¿en qué creemos los cristianos? Creemos en las realidades que se formulan en el Credo. Por ello se denomina “Símbolo de la fe”. En síntesis, creemos en Dios que se reveló como Trinidad y como Padre, en Jesucristo que es el Salvador de la entera humanidad y en el Espíritu Santo que continúa la obra realizada por Jesucristo; creemos en la Virgen María que es madre del Dios hecho hombre; creemos que el origen del mundo y del hombre ha sido efecto de la creación por parte de Dios; creemos que la acción salvadora de Jesucristo se institucionaliza en la Iglesia y que los Sacramentos son signos por los que Cristo comunica a la Iglesia los medios para aplicar a los creyentes la salvación. Finalmente, creemos que la existencia humana no concluye en el tiempo, sino que se alarga hasta la eternidad.  

   Este mes lo dedicaremos íntegramente a exponer 

   Ser creyente en oposición al ateo––es creer que Dios existe. Pero ser cristiano es creer en un Dios que se ha revelado al hombre. Y tal revelación, después de siglos en los que Dios se ha manifestado de múltiples formas, al final ––¡hace solo 2000 años!––, se revela visible y personalmente en Jesucristo. Por ello, ser cristiano es creer en Jesucristo.

   Pero, ¿qué datos racionales tenemos para creer que Jesús de Nazaret es Dios? Cuando San Pedro confesó la divinidad de Jesús, éste le advirtió que había llegado a tal conclusión no por mero razonamiento humano –no llegó a tal convicción por “la carne ni por la sangre”–, sino porque Dios se lo había comunicado. Consiguientemente, la confesión de fe en la divinidad de Jesucristo es una gracia de Dios.

   Ahora bien ¿no existen datos históricos que permiten al hombre acercarse racionalmente a confesar la divinidad de Jesús? Sí. Y, de ordinario, se aducen los siguientes: la excepcional categoría de su Persona, la grandeza y novedad decisiva de sus enseñanzas, los milagros que llevó a cabo, las viejas profecías que se cumplieron en su persona y la previsión de numerosos acontecimiento por Él predichos y que tuvieron riguroso cumplimiento en el futuro, etc. Nosotros seguiremos otro proceso que nos parece más próximo a nuestra forma de pensar. Es el siguiente:

     –– Sus contemporáneos, los testigos de su vida, llegaron a la conclusión de que Jesús de Nazaret era Dios al contemplar la grandeza de su persona y al ver lo excepcional de sus obras: en términos generales, cabría afirmar que creyeron porque vieron; es decir, fueron videntes.
      –– La “segunda generación”, o sea los que no fueron testigos oculares de su vida, los ciudadanos de Grecia, Roma... se aproximaron a la fe en la divinidad de Jesucristo porque oyeron los testimonios de aquellos que habían sido testigos de su vida y de sus enseñanzas; con otras palabras, fueron oyentes de lo que les narraban aquellos que “habían visto”. 
     –– La “tercera generación”(a la cual pertenecemos también nosotros) no hemos sido testigos presenciales de la vida de Jesucristo, ni oímos a aquellos primeros que habían sido el testigos oculares de su vida. Pero sí tenemos las narraciones de lo acontecido en los escritos del Nuevo Testamento que describen la persona de Jesús y sus enseñanzas. Cabría, pues, afirmar que nosotros no somos ni videntes ni oyentes, sino que somos simples lectores de aquello que han escrito los que vieron y oyeron.

   Pero aquí surge el verdadero problema: ¿Qué valor tienen esos escritos? ¿Lo que leemos es realmente lo que los autores escribieron? ¿Y lo que estos narran es realmente lo que aconteció? Pues bien, dado que, a partir de datos históricos confirmados, cabe mostrar la historicidad, la autenticidad y la veracidad del Nuevo Testamento. Es decir, tenemos la certeza de que lo que leemos es realmente lo que testifican los videntes y de lo que aceptaron los oyentes de la “segunda generación”, los cuales se fiaron de lo que los comunicaron aquellos que habían sido testigos oculares de la vida y de las enseñanzas de Jesucristo. Este tema es muy amplio y sobre el valor del Nuevo Testamento es preciso tener a la vista no pocos datos. Y el resultado final es que, desde el punto de vista científico, se puede garantizar que lo que “leemos” es lo que, realmente, “aconteció”. De momento, nos basta citar este testimonio del Concilio Vaticano II:

   «La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes “desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra” para que conozcamos “la verdad” de las palabras que nos enseñan» (DV 19).

   Pues bien, a partir de lo que narran los Evangelios, podemos razonar nuestra fe en la Persona de Jesús. Y, de acuerdo con lo que afirma la filosofía que sobre cualquier realidad cabe hacer tres preguntas fundamentales que esclarecen el “qué”, el “por qué” y el “como”, estaremos en disposición de hacer al mismo Jesucristo esta triple pregunta: “Tú, ¿quién eres?”; “Tú, ¿por qué eres?” y “Tú, ¿cómo eres?”. Y las respuestas serán: “Yo soy Dios”; “Yo me hice hombre para salvar al mundo”; “Yo y el Padre somos una misma cosa” y, a la vez, soy “verdadero hombre”.

   La explicación teológica a esa triple realidad lleva a mostrar estas tres cuestiones:
1ª. La divinidad de Jesucristo: Jesús es Dios.
2ª. En qué consiste la salvación llevada a cabo por Él: Jesús es el Salvador.
3ª. Cómo explicar que Jesús sea Dios y hombre al mismo tiempo: Jesús es Dios como el Padre e igual a nosotros, menos en el pecado.

   Estas tres verdades cristianas serán objeto de estudio en los tres miércoles siguientes de este mes de noviembre. Al final, habremos estudiado un poco la Cristología. Y, si Dios quiere y somos fieles, creeremos en Jesucristo, la Segunda Persona de la Trinidad que se ha hecho hombre para salvar a la entera humanidad.

Para leer: Youcat: nn. 71-79 // Compendio del Catecismo: nn. 81-87 // Catecismo de la Iglesia Católica: nn. 422-429.

Y podéis descargaros una catequesis estupenda desde aquí.

1 comentarios:

kynno dijo...

¡Me encanta! Cabe destacar que los de tercera generación también podemos ver a Dios en muchas partes y de muchas formas, tantas como Él mismo quiera. El evangelio es sólamente la palabra de Dios que se nos muestra de forma clara. Pero Dios se nos muestra constantemente, y Dios no habla constantemente, sobre todo a través de la Iglesia, que al ser cuerpo de Cristo actúa movida por el Espíritu Santo... No podemos ver lo que Cristo hizo en el mundo, pero podemos ver todo aquello que sigue haciendo. Juan 14:12 - "De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre."
Alé, ahí queda eso.

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