Viernes Santo 2013. La Gloria del Crucificado




"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"
(Lucas 23, 46)




LA CRUZ, NUESTRA MAS ALTA GLORIA 

   Para la Iglesia católica cada hecho de Cristo es objeto de gloria. Pero el objeto de más alta gloria es la cruz. Así lo reconoce Pablo cuando dice: "lejos de mí el gloriarme si no es en la cruz de Cristo" (Gál 6, 14).

   Fue algo maravilloso el que un ciego de nacimiento recobrase la vista en la piscina de Siloé. Sin embargo, ¿qué supone un ciego contra los ciegos de todo el mundo? Algo grande, sobrenatural fue el que Lázaro, que llevaba cuatro días muerto, resucitase de entre los muertos. Sin embargo, sólo en él se manifestó la gracia. Pero, ¿qué supone un Lázaro frente a aquellos que mueren por causa de sus pecados sobre la tierra? Fue un milagro el que cinco panes alcanzasen para alimentar a cinco mil hombres. Sin embargo, ¿qué son cinco mil hombres frente a aquellos que sufren hambre en toda la tierra, porque viven en la ignorancia? Fue maravillosa la liberación de la mujer que estaba encadenada por Satanás desde hacía dieciocho años. Pero, ¿qué supone una mujer frente a todos nosotros que estamos atados por las cadenas de nuestros pecados? La corona victoriosa de la cruz ha traído luz a los ciegos espirituales, ha liberado a todos los que yacen bajo el pecado y salvado a toda la humanidad.
   No te admires de que fuese salvado todo el mundo. El que murió por él no era un hombre corriente, sino el Hijo único de Dios. El pecado de un solo hombre, Adán, hace entrar la muerte en el mundo. Pero si, por la caída de uno, vino la muerte a reinar en el mundo, ¿no debe reinar mucho más la vida por el acto justo de Uno? Si en su tiempo nuestros primeros padres fueron arrojados del paraíso por causa de un madero del cual habían comido, ¿no deberán entrar fácilmente los creyentes en el paraíso a causa del madero de Jesús? Si el que fue formado de la tierra trajo la muerte a todos, el que lo había formado de la tierra ¿no debía traer la vida ya que él mismo es la vida?


   Así, pues, no queremos avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más' bien ¡gloriarnos de ella! La enseñanza de la cruz es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, pero para nosotros es salvación- para los que se pierden es necedad, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Pues el que ha muerto por nosotros no fue -como se dijo- un hombre corriente, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre. Si el cordero que se sacrificó por orden de Moisés, alejó al exterminador, ¿no debería mucho más librarnos del pecado el cordero de Dios que tomó sobre sí los pecados del mundo? Si la sangre de un cordero irracional realizó la salvación, la sangre del Hijo único ¿no traerá con mayor motivo la salvación?


FUNDAMENTO DEL USO DEL SIGNO DE LA CRUZ 

   No queremos avergonzarnos de la cruz de Cristo. Que otros la hagan, tú debes hacer la señal de la cruz públicamente, para que los demonios, cuando vean la señal real, tiemblen y se alejen. Haz la señal de la cruz en la comida y en la bebida, cuando te sientes, te acuestes y te levantes, cuando hables, camines, en una palabra: en todas tus ocupaciones. Pues el que fue crucificado sobre ese lugar, el Gólgota, está arriba en el cielo. Si hubiera permanecido en el sepulcro después de la crucifixión y sepultura, entonces tendríamos motivo de avergonzarnos de la cruz. Pero el que fue crucificado sobre el Gólgota ha subido al cielo desde el monte de los olivos situado en el este. En ese lugar (sobre el Gólgota) descendió al infierno y volvió a nosotros. Allí, sobre el monte de los olivos, nos ha dejado de nuevo para subir al cielo; pues el Padre le ha dicho: "Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies" (Sal 109, 1)


LA CRUZ COMO DISTINTIVO DE LOS CREYENTES 

   El árbol de la vida fue plantado en la tierra, para que la tierra maldecida gozase de bendición y los muertos sean salvados. ¡No nos avergoncemos, pues, de confesar al Crucificado! ¡Sellemos llenos de confianza con el dedo la frente, hagamos la señal de la cruz sobre todas las cosas, sobre el pan que comemos, sobre la copa que bebemos! ¡Hagámosla al salir y al volver, antes del sueño, al acostarnos y al levantarnos al andar y al descansar! Grande es esta protección, es gratuito en atención a los pobres, no supone esfuerzo a causa de los débiles. La gracia viene de Dios. La cruz es el distintivo de los creyentes, el terror de los demonios. "Mediante la cruz, Cristo ha triunfado sobre ellos y los ha desenmascarado públicamente" (Col 2, 15). Cada vez que contemplan la cruz, se acuerdan del Crucificado. Ellos temen a aquél que ha aplastado las cabezas del dragón. No desestimes el sello porque se te haya dado gratuitamente; ¡no, honra precisamente por esto tanto más al bienhechor!


Catequesis de San Cirilo de Jerusalen 
(313-387 d.C)

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